domingo, 8 de abril de 2012

NO HACE FALTA SER UN LINCE



No hace falta ser un lince para darnos cuenta que en la actual sociedad en que vivimos se han perdido todos los valores que el ser humano debe llevar como bandera allá a donde vaya.


Me llama la atención por ejemplo, la falta de respeto existente en nuestros días, y no por parte algunos jóvenes, que también, si no por personas mayores, ya entraditas en años.


También me llama poderosamente la atención, como también existe por parte de algunas instituciones esa falta de respeto hacia la ciudadanía a la hora de autorizar algunas cosas.

Me explicaré con todo el respeto del mundo para que nadie se sienta ofendido. Pero que si alguien se ofende, que recuerde que el mayor ofendido soy yo y bastantes más, al menos en este caso.


Me encontraba estos días en un lugar dedicado al culto mientras en el exterior alguien autorizó un evento a una organización, la cual no tuvo por mí, ni por otras personas el más mínimo respeto. Y menos por el momento, la fecha y el lugar.


No se puede por parte de institución alguna autorizar por ejemplo organizar un partido de futbol a las puertas de un teatro cuando este está lleno de gente porque en el mismo se está realizando una actuación.


No se puede autorizar por partes de una institución un campeonato de tenis próximo a una iglesia en horario de culto. Como tampoco se puede autorizar el despegue de un avión cuando la pista está ocupada por otra aeronave.


Tampoco se puede autorizar una carrera hípica en el mismo lugar y al mismo tiempo otra de podencos.


Así, muchas cosas que en nuestro país ya se ve como normal, porque así lo “demanda la sociedad”. Pero el problema es que nadie ha tenido la valentía de decir: Esto no se puede hacer. Y como no nos importan los demás, pues todo da igual. Aquí es el solo yo, y después yo y más tarde yo. Y quítate tú para que yo pueda pasar.


¿Esto tiene arreglo? Pues desgraciadamente ya no. Por lo tanto, nos guste o no, no nos queda más remedio que jorobarnos y aguantar, aunque yo no me resigno y por eso protesto aunque no sirva para nada.


Estos que no vemos bien algunas cosas, no nos oponemos a nada, pensamos que todo cabe, pero cada cosa en su sitio y en su momento. Yo no puedo, o mejor dicho, no debo ponerme a tocar la trompeta en una plaza cuando se está celebrando por ejemplo un festival o se está jugando al bingo. Seguro que más de uno me echaría a empujones. Y con toda razón.


Imaginemos que en nuestro Ayuntamiento se está celebrando un pleno, y de pronto alguien en el exterior se pone a tocar el bombo molestando al alcalde y a los concejales, ¿Qué ocurriría?


Por eso mismo digo esto, cuando desde una institución se autorice a alguien, a organizar cualquier evento, primero ver si se puede hacer sin que se molesta y si es así, se busca una alternativa. Siempre la hay. O se cambia el lugar o se cambia el día que para eso el año tiene trescientos sesenta y cinco y este año, uno más.


No hace falta ser un lince, si no tener buena voluntad. Así no molestaremos ni comprometeremos a nadie y seremos todos felices.