Busto a un alcalde de Masca (Buenavista) |
Con el paso de los
años llega el momento en los que te paras a pensar y ves las cosas de otra
manera, tienes otra forma de recapacitar, tienes otra forma de definir las
cosas y si los pelos de tonto que tenías se te han caído, llegas a ser hasta
psicólogo. La vida te he hecho
especialista en muchas cosas que antes ocurrían a tú alrededor a las que no les
prestabas la mínima atención y que ahora las observas, y la forma en la que las
ves ha cambiado.
Antes cuando alguien
se acercaba a ti, eras incapaz de adivinar las pretensiones de esa persona,
ahora no hace falta que se acerque mucho, desde lejos sabes lo que pretende. Tan
solo por su forma de caminar, ya lo has adivinado y te pones en guardia o
desapareces disimuladamente.
Todo se ha convertido
en pura desafección, todo es por el interés cosa que cuando eras más joven no
ocurría. De joven era todo más sano, la gente normalmente no buscaba nada
especial de ti, solo buscaban lo que necesitaban sin exigir, todo se pedía o se
hacía buenamente. Hoy no, hoy, detrás de todo se esconde algún interés.
Todo esto me lleva a
un artículo que leí hace algunas semanas en un periódico digital del Norte de
la Isla en la que se hablaba de los alcaldes de barrio. Esos vecinos que en
ocasiones apenas sabían leer o escribir pero que tenían bien claro las
necesidades de su pueblo y que nadie osaba prestarles la más mínima atención.
Esos alcaldes hicieron
grandes esfuerzos y hasta en ocasiones pusieron, aparte de su tiempo, dinero de
sus bolsillos para poder conseguir asfaltar una calle o simplemente una cabina
telefónica. Hoy, paseamos por calles asfaltadas y con aceras, por lo que antes
eran caminos de piedra y tierra, nos encontramos con buenos centros culturales,
colegios, bibliotecas, polideportivos, agua de consumo en todas las viviendas y
un largo etcétera que los jóvenes de hoy poco o nada aprecian porque desconoces
la historia de nuestros pequeños pueblos.
Hoy, casi todos ellos
han desaparecido, ya no están entre nosotros, ni tan siquiera los recordamos. A
aquellos que estaban en un estadio superior sí que se les recuerda, si que
tienen una plaza, un busto, un polideportivo o un colegio con su nombre en
letras mayúsculas. En alguna ocasión se les organizó un homenaje. A dicho
homenaje no se invitó a ese otro alcalde, al alcalde de barrio que en su día
estuvo al lado de ese otro alcalde para lo bueno y para lo malo.
¿Qué pensaría en esos
momentos esos alcaldes menores al comprobar que habían sido olvidados como si
se tratara de un objeto que se utilizó en su momento y que al final de sus días
quedó ahí, arrinconado e incluso en ocasiones mal visto por sus propios
vecinos?
Pero, porque fuesen de
barrio o supiesen apenas leer y escribir, no quería esto decir que fuesen
tontos, todo lo contrario, ellos observaban y de antemano sabían lo que iba a
ocurrir.
Por eso decía al
principio que con los años uno se vuelve hasta psicólogo y sabio. Sabio como
ellos, Ellos, esos alcaldes menores que aprendieron a ser psicólogos y sabios
porque sabían que un día, cuando ya no hicieran falta, iban a quedar en el
olvido.
Solo he visto un
reconocimiento a un alcalde de estos, y habrán más no lo discuto. En el barrio
de Masca, un alcalde de Buenavista tuvo a bien erigir un busto a ese
alcalde de barrio que un día estuvo codo a codo luchando junto a él por el bien
de un barrio que al fin de cuentas al hacerlo, fue por todo un municipio.