Si creemos en el pueblo donde hemos nacido y en el que
vivimos, debemos desear para el todo lo mejor. Y es posible que esto ocurra pero de diferente
manera. Nacer y vivir en el mismo pueblo muchas veces no significa nada para
muchas personas. Es un ver pasar la vida y conformarse con lo de siempre,
incluso hay quien se pone en contra de que algo mejore. ¡¡Eso no hace falta,
déjalo así!! Suelen decir algunos.
Esta es una manera de que esos pueblos pierdan
atractivo, que nadie mire hacia ellos, que nadie quiera vivir ahí aunque ese
pueblo tenga cubiertas todas las necesidades para que sus vecinos puedan vivir
con comodidad.
Debemos de querer a nuestro pueblo |
Si alguna vez
alguien, le ha hablado bien de ese pueblo a otra persona que está interesada en
irse a vivir allí, primero se preguntará que le ofrece ese pueblo a ella y a su
familia y después decidirá que va a hacer.
Poco a poco esos pueblos que en su día fueron y
gozaron de un cierto atractivo se ven avocados a quedar arrinconados sin que
nadie les preste atención. Mientras, los otros pueblos limítrofes se aprovechan
de la situación y van floreciendo porque alguien más avispado ha sabido
defender sus intereses. Así, esos pueblos prosperan y gozan de grandes
ventajas. Más dinero para hacer obras, más comercios, entidades bancarias,
buenas calles con sus aceras e iluminarías, jardines, viarios peatonales,
lugares de ocio y un largo etcétera.
Los otros pueblos, los que nadie ha sabido defender,
perderán hasta lo que no tienen y poco a poco sus vecinos irán envejeciendo
hasta no quedar nadie. La juventud se ha
ido a vivir a esos lugares donde se les
ofrece otra cosa, otro atractivo, otra manera de vivir y de ver las cosas y
como es lógico, un puesto de trabajo.
Si alguien cree en el pueblo donde ha nacido y vive,
que luche por el. Que no le importe lo que le digan, que siga luchando con más
ganas, si de el hablan, por algo será. Nunca se habla de aquel que jamás ha
hecho nada, pues no se le conoce…