sábado, 25 de octubre de 2014

TARJETAS OPACAS PARA GENTE LUSTRADA

Qué tristeza produce contemplar un país que poco a poco se va desmoronando por culpa de la clase política y porque los que mantienen a esa clase política les siguen riendo las gracias y aplaudiendo porque ellos son también coparticipes en esa farsa en la que la democracia nos ha metido no por el bien de todos los ciudadanos y por el propio país, sino por una casta que lo único que ha sabido hacer es llenarse los bolsillos y permitir que los de ellos se los llenen.

Tristeza nos produce ver como gente “lustrada” que cuando los veías por la calle te daban ganas de quitarte el sombrero y ahora solo se siente por ellos repugnancia, ¿Cómo se pude tener la cara tan dura de, encima de tener unos sueldos mensuales suculentos que ya quisieran muchos tener aunque sea una vez al año, tengan unas tarjetas para sacar dinero a diestro y siniestro para gastárselo en los que les viniese en gana?

Tristeza nos produce ver a algunos hombres de Estado traicionando la patria porque se han creído los salvadores y quieren la independencia, cuando ahora es el momento de luchar todos juntos por un bien común para poder salir adelante de la crisis que nos ha ido consumiendo a los ciudadanos por culpa precisamente de ellos mismos.

No importa el color. -imagen Google-

Tristeza nos produce el saber que todos estos hombres de Estado que ya pasan del medio siglo de edad, que son padres y hasta abuelos besaron antaño la Enseña nacional y juraron defender a su nación ante cualquier imprevisto que la pusiera en peligro. Y que nadie nos diga que fue por obligación. Hay cosas que, a los que tenemos cierta edad y tres dedos de frente, cuando oímos ciertos comentarios nos produce risa.

Tristeza nos produce recordar cómo estos mismos, el día de la Toma de Posesión de sus cargos, juraron o prometieron defender la Constitución, posiblemente con la mano sobre ella o sobre la Biblia y hasta es posible ante un crucifijo y ahora no respetan ni su propia palabra y están poniendo en peligro la unidad nacional.

Por todas estas cosas y muchas más que todos sabemos, tenía que haber en la Constitución un artículo que permitiera al Jefe del Estado disolver a toda esta clase política y que permitiera al ciudadano poder elegir a nuevos representantes que nunca hayan estado relacionado con esta política sucia y ramplona. Gente nueva con nuevas ilusiones y nuevas ganas de trabajar por su nación y por todos sus ciudadanos. Pero con una condición: nadie ha de estar más de ocho años en política y que los salarios estén regulados. A los ocho años todo el mundo fuera incluida la oposición y que venga gente nueva. Así se acabaría con muchos problemas y, sobre todo se acabaría con la corrupción.

 Alegría nos produce el saber que está en nuestras manos el quitar y poner si el día que nos toca ir a votar lo hiciésemos con la cabeza. Ya falta menos.