sábado, 15 de marzo de 2014

LAS GRÚAS Y EL DRAGO MILENARIO DE ICOD

Grúas, matojos y postes con cables, dan la bienvenida al turista que visita el Drago.

Los humanos nos acostumbramos con muchísima facilidad a todas las cosas sean buenas
Dos grúas afean este bonito paisaje
o malas. Y a la vista está a poco que demos una vuelta, tan solo a nuestro alrededor. Si en la puerta de nuestra casa aparece la mierda de un perro y no la limpiamos, pasaran los días y eso que al principio nos podría suponer  repulsa, finalmente pasará desapercibida.

Por eso hoy voy a escribir algo sobre mi querido pueblo de Icod de los Vinos.

Todos los días de mi vida y desde hace ya casi medio siglo tengo por necesidad y lo hago con gusto, que pasar por Icod de los Vinos para ir a mi trabajo y al llegar a ese mi segundo pueblo, me topo de frente con el Drago Milenario. Una bonita estampa si alguien no se hubiese empeñado en deteriorarla desde hace algún tiempo.

Los matojos nos dan la bienvenida

Uno de los puntos de referencia del turista que visita nuestra isla es el drago de Icod. La prueba está que aún hoy –y ya menos que hace algunos años- aparecen güagüas con turistas a visitar ese monumento natural y hacerles las fotografías correspondientes para llevarlas a sus países como recuerdo.

Pero, ¿que se encuentra el turista al llegar a ese esperado y deseado lugar del que tanto han oído hablar?

 Primero: No tienen un mirador  donde poder contemplar el drago desde que se bajan de la güagüa en las inmediaciones del túnel.

Segundo El recorrido que hacen los turistas para hacer las fotografías es sumamente peligroso debido al tránsito de vehículos.

Tercero: Las jardineras que están en primera línea, están llenas de matojos y descuidadas, dando una mala sensación de bienvenida.

Bonita estampa si eliminamos ciertas cosas

Y cuarto: dos grúas de obra e innumerables postes y cables de electricidad y telefonía, son la guinda para que ese hermoso paisaje que nos ofrece el drago y la iglesia de San Marcos enturbie esa ilusión que el visitante se lleva a su país nada más pisar suelo icodense. Simple y llanamente lamentable.

Jamás he podido entender por qué, en otros lugares se cuida tanto el entorno, y más si es un lugar visitado por propios y extraños, y por aquí, en el norte de Tenerife, nos cuesta tanto esfuerzo lograr este objetivo.

Que conste, que esta crítica no va para nada en contra de Icod de los Vinos, al que siempre  he considerado como mi segundo pueblo, y al que defiendo allá a donde  vaya, pero es que vemos con frecuencia dejadez y abandono de cosas, que lo único que se nos ocurre, es dejar pasar el tiempo para ver si algún día San Pedro baja el dedo y se lo mete a alguien en el ojo para que despierte y de una solución satisfactoria.

Creo que Icod de los Vinos se merece mucho más de lo que se le está ofreciendo.